Nieve

Últimamente he viajado varias veces en avión. Me fascina. Me gusta viajar sola porque me encanta imaginarme las historias de las personas con las que me encuentro. En tren, avión, metro, bus. En todos los medios posibles.

El otro día estaba intentando contemplar las maravillosas vistas desde el avión, y después de varios intentos, dejé que un pensamiento nefasto se apoderara del momento: «¿Por qué no limpian mejor los cristales de las ventanas?». Me frustré, menudo pensamiento más idiota para estropear el clímax de aquel espectáculo.

Y mientras me disponía a poner un poco de música escuché tres filas más atrás:

-¡Papá, pero mira cuánta nieve hay!

No escuché la contestación del padre. No hacía falta.

La nieve recuperó el clímax.

Ya no veía el cristal manchado.

El cielo seguía siendo cielo. Pero las nubes eran nieve.

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